Thursday, February 18, 2010

Desde mi Alacena II / Chef Boyardee


Creo que todos en esta vida llevamos recuerdos de algún personaje inspirador, un héroe, esa persona que nos alumbra y gana nuestra genuina admiración. Ese es aquel personaje que nos traza el camino, aquel héroe que nos hacía emular sus pasos, pegar sus afiches en una pared o leer todos sus libros. En el campo culinario ese personaje podría ser una Julia Child, un Wolfang Puck o un Jacques Pepin, pero en mi caso este personaje fue "Chef Boyardee". Y usted se preguntará, ¿Qué carajos tiene que ver Chef Boyardee en todo esto? Más aún, ¿Cómo se puede anexar la palabra «Chef Boyardee» con la palabra "inspiración" en la misma oración? La respuesta puede que sea muy simple pero ésta conlleva una historia.



A mi, como a cualquier otro hijo de vecino me gustaba comer bien desde niño, pero ese era un placer sólo reservado para aquellas ocasiones especiales cuando mis padres me llevaban a comer a un restauran. Mi madre no era devota de la iglesia de la buena mesa, pobrecita… y es que fue criada en la escuela de la noción que, cocinar y destapar un inodoro son la misma cosa.



Mis padres se separaron cuando yo apenas tenía 6 años y mi madre trabajaba a tiempo completo. Mi escuela era una de esas que no tenía comedor y por ende me tenían a son de papitas con refresco. Yo regresaba a mi casa "esmayao", y mi madre? trabajando! Recuerdo que dejaba mis libros sobre la mesa y me aventuraba a la cocina. Al abrir la alacena ahí estaban; en formación perfecta y colocadas en secuencia, como una pintura de Andy Warhol: una hilera de latas con la cara de ese viejo cabrón; ¿y quién carajos se come esto? me preguntaba yo con el volumen de un murmullo. Mis opciones, pocas y repetitivas, eran tan placenteras como una enema de agua fria. Pero como dicen que la necesidad es la madre de la invención, me dediqué a explorar y experimentar con los comestibles que a mí me parecían ser frescos y seguros. Sin saberlo, así fuí marcando mis primeros pasos, esos que fueron emprendiendo mi travesía culinaria, o tal vez la puedas llamar una cruzada, una cruzada en contra de la comida en cilindros y las albóndigas misteriosas.



Ah! pero aquí le dejo un mensaje a Mr. Boyardee; por muchos años me tuviste como a Dustin Hoffman en Papillon y muchas veces me ví por el risco pa' bajo, pero saqué valentía y te patié los huevos, agarré el abridor y lo arrojé al mar. Maldito viejo diabólico! No olvido tu crueldad porque me hiciste daño pero también me hiciste fuerte y sacaste lo mejor de mí. Pero quedarás olvidado, al lado de las "Chunky" y compartiendo celda con las "Prego" de pote, cogiendo polvo en aquel viejo y asqueroso anaquel de supermercado.

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